Para la consecución de nuestros fines, cada persona en cada centro educativo asume unas responsabilidades y funciones diferenciadas, donde cada uno comparte y aporta su don al proyecto común con una actitud abierta a la innovación, de aprendizaje y crecimiento permanente.
En los últimos años se ha acrecentado la sensibilidad social ante diferentes realidades que atentan contra los derechos de las personas y compromete el correcto desarrollo emocional de los menores. Las instituciones educativas y apostólicas debemos estar formadas y preparadas para prevenir y evitar que sucedan estos casos. Las familias depositan en nuestros Centros su confianza y nos 5 hacen responsables de la integridad de los menores. Como Institución, estamos obligadas a garantizar que las interacciones que en ellos se vivan sean seguras y positivas, tanto en las relaciones verticales que se dan entre los menores y los profesionales adultos que en ella trabajan, como entre los mismos menores con su diversidad de edades, experiencias y evolución psicológica.
En este sentido, se hace preciso definir un Código de Conducta con un marco delimitado para el desarrollo de las funciones y actividades de las personas que, de una forma u otra, trabajan o se incorporan a modo de voluntariado a un Centro Educativo Santo Ángel.
El respeto a la dignidad de las personas y a su desarrollo integral, así como la proyección social de nuestra labor docente y de nuestra propia identidad, exige la observancia de unas normas de comportamiento que ayuden a proceder a quienes trabajan en Centros educativos Santo Ángel de la Guarda de modo correcto y adecuado cuando actúan en el ejercicio de la misión-labor docente que le encomienda la Titularidad y en representación de ella.
Este documento tiene como finalidad única la prevención para reducir situaciones de riesgo, y en absoluto quiere mermar el espíritu de servicio y cercanía que prima en el quehacer diario del personal de nuestros Centros, sobre el que no se expresa ninguna objeción.